Tenemos que hablar
Voy a decir algo súper impopular:
No logro comprarle por completo al activismo de redes sociales. Siento que hay mucha palabrería, moralismo y adoctrinamiento en muchos ámbitos que sencillamente no se reflejan en la praxis. Incluso, en nombre de movimientos nobles y justos, veo una serie de ajusticiamientos que de pronto rayan en el fascismo; como si simpatizar con una idea te brindara el derecho de etiquetar, denostar e incluso tener la manía de funar, sin que haya de por medio una concientización.
Convengamos que al compartir puras publicaciones de RRSS lo único que estás haciendo es levantar un discurso, y éste puede ser real o ficticio. Pero es un discurso, al fin y al cabo, que es aprehendido por personas que simpatizan con los movimientos o con el mensaje entregado. ¿Se han dado cuenta de pronto, cuando hay movilizaciones, muchas personas repiten como loros las consignas, pero no hay una reflexión de por medio? Es eso lo que en primer lugar creo que deberíamos atender, porque precisamente hay discursos que no pueden seguir quedando vacíos, como un humo que al rato de disipa.
Hoy veo casi con estupor, que el nivel de análisis de la realidad y su posterior ejercicio argumentativo adolece de una reflexión contundente. Es cierto, estamos hablando de ejecutar procesos cognitivos de orden superior, pero entiendo que buena parte de los usuarios de RRSS no logran ese nivel de razonamiento, y quienes sí lo poseen bien podrían darse el tiempo de formar a las personas en vez de ponerles chapas y jugar a la guillotina virtual, la vieja lapidación de la plaza pública. Entonces, las discusiones de los temas relevantes que nos aquejan como sociedad se convierten en burdas resoluciones de dicotomías que al final devienen en ampliar la segmentación y atomización de las personas, en vez de hacerlas cuestionarse y dar referentes de aprendizaje para que aquellos, quienes creemos que están equivocados, conozcan una nueva perspectiva.
En lo que concierne al activismo de redes sociales, sigo encontrando aquello bastante cómodo, y no muy alejado del modo de actuar de los conglomerados hegemónicos de la información. En el fondo, están jugando con sus normas, en sus reglas, reproduciendo dinámicas. Creando una realidad mediante un discurso que está mediado de manera pobre, porque además es segmentado y olvida -u omite- la real dimensión que tiene el aprendizaje en las personas. Y al fin al cabo, se vuelve anecdótico, y es tan poca la profundidad que adquiere, que incluso se presta para la farandulización y la burla, echando por tierra esfuerzos de personas que probablemente hace años viven luchando por sus causas.
De la rabia, la indignación, la injusticia, debemos ser capaces de hacer una bajada más racional, de forma de depurar lo pasional y convertirlo en un elemento de aprendizaje que pueda ser entendido –ojalá- por todos. Probablemente quienes estén conscientes de esto puedan hacer una bajada más compleja, porque les han enseñado a investigar, a discutir, a contrastar ideas, expresarlas y enseñarlas y no volverse loco motejando a quien haga las cosas diferentes o las realice mal.
Atendiendo a esto, es necesario aclarar que con esto tampoco avalo aquellas acciones y promoción de ideas que atenten contra los derechos humanos, considerando que desde ahí se explicitan los límites de los derechos de cada uno de nosotros. La libertad de expresión no significa que puedas llegar y decir lo que quieras y que todos te la banquen porque es tu opinión y ya. Todas las “libertades” se ejercen bien cuando se hace de forma responsable. ¿Y cuál es el parámetro para eso? El respeto a los derechos humanos.
¿Qué hacer? Pues, pasar de los posteos en redes sociales a la praxis. Conversar y darse a las referencias, a la discusión. Sobre todo, saber dialogar, argumentar. Necesitamos nutrirnos de más perspectivas. Muchas veces, causas nobles generan más detractores que adherentes sólo porque no somos capaces de ser coherentes con nuestros discursos, y somos tan egoístas que nos creemos tan dueños de la verdad que si alguien discrepa, no somos capaces de darnos el tiempo de formar a quiénes no saben o disienten, y brindarles nuevas perspectivas que probablemente esa persona no tenga, por la sencilla razón que su formación y su entorno no ha sido el mismo que el tuyo. El insulto se vuelve un arma fácil, incluso casi automática y eso se evidencia en que en discusiones de un tema en común, las respuestas en un enfrentamiento suelen ser parecidas entre sí.
¿Que hay cosas que son inaceptables y que no hay que dejarlas pasar? Por supuesto, es cierto. Pero no por más posteos que haga voy a detener las calamidades que ocurren. Eso, de plano resulta insuficiente, porque el criminal que comete su acto deleznable lo más probable es que no haya accedido a nuestro post y por ende, a nuestra indignación. Tampoco es un hecho irrefutable que los movimientos de redes sociales hagan maravillas. Las grandes revoluciones de la historia han ocurrido por muchos siglos sin Facebook, entonces no pueden convencernos de que no es posible.
Por eso hablo de la praxis, desde los espacios que compartimos. Es cierto que a veces no sabemos cómo iniciarla, pero también desde el error podemos aprender cómo hacerlo mejor, porque siempre creo que hay alguien que le interesa poder avanzar en esta materia. Y es en esto donde se generan las redes, aquellas que son más duraderas y más cohesionadas. Un post se pierde en el tiempo y en el espacio de Internet, porque lo mediático hoy es demasiado efímero. Date el espacio para escuchar, y demanda ser escuchado, pero considerando que el otro siempre puede aportarte un elemento interesante que es necesario tomar en cuenta.
Saludo y celebro a quienes han llevado sus luchas adelante de forma consciente. Pero no nos podemos quedar sólo en lo declarativo. Necesitamos conversar, necesitamos formar y necesitamos aprender. Si hoy la sociedad se mueve en un campo de inquietud, de temor, de disconformidad, es porque nos hemos segmentado tanto y posteriormente micro-adoctrinado de manera que hoy resulta más importante colocar el cartel de quien es más (inserte-aquí)-ista que el otro, y apuntar con el dedo a quienes no lo son. Si apostamos a la cohesión social, a la organización, a cambiar los sentidos comunes al fin y al cabo, que es una tarea titánica, no podemos hacerlos solos. No podemos. Necesitamos que los demás aprendan, y los que no saben no aprenderán si los segmentas y propicias que se hagan entre ellos una idea equivocada de cómo hacer las cosas porque no tienen las categorías de razonamiento adquiridas para poder comenzar a realizar un cambio, que al fin y al cabo es un aprendizaje.
Hoy por hoy, por supuesto que adhiero a muchas cosas de las que hoy se hablan. Que los homosexuales puedan amarse libremente, adoptar y casarse, que los trans sean tratados con dignidad, que la mujer consiga la igualdad que justamente demanda y erradicar los miedos con los que vive, que muchos aspectos de la vida cotidiana adquieran la dignidad que merecemos –en mi caso particular, que lo veo desde el transporte, la comunicación y la educación-, entre tantas causas; como también tengo discrepancias con otras ideas. Pero desde ahí parto. No te odio ni te humillo ni te apunto con el dedo porque piensas diferente. Compartiría hasta un café contigo para que me expliques como piensas y te aportaré datos de lo que sé para que puedas ampliar tus perspectivas. Es eso, formar, comunicar y abrirse a aprender. No vanagloriarme colocándome un cartel que adhiero a un movimiento o pensamiento porque subo más post en un día que el otro, y porque ando como policía vigilando y castigando a quien no piense como yo o no siga la doctrina de un movimiento.
No nos olvidemos que es cierto que el lenguaje crea realidades a través de los medios y sus mediaciones. Pero existen otras mediaciones más exitosas en un aprendizaje. Las que son situadas, considerando a tu interlocutor y sobre todo, retroalimentada. Ya vemos que en redes sociales, la protección que te brinda el estar detrás de la pantalla ha propiciado que hayamos sacado lo mejor pero también lo peor de nuestra sociedad. Es por eso que no podemos quedarnos sólo con eso. Comparto que el replicar publicaciones que indignen es una puerta de entrada a las causas. Pero lo que necesitamos en que la gente entre a la causa, no que se queden en la puerta, y eso debemos mediarlo nosotros, porque no podemos dar por sentado que para ellos es obvio lo que para nosotros sí lo es.
Lo otro, no podemos dejar de considerar que hemos tenido vida y experiencia, y no todas nuestras acciones han sido aciertos. No podemos vivir tampoco con el miedo de revelar aquellos tropiezos y dar cuenta de qué aprendiste de éstos, porque el otro se arrogue una autoridad moral que definitivamente no tiene y te apunte con el dedo. Él también vivió y ha aprendido algunas cosas de lo vivido y de sus tropiezos.
Entonces, entiendo que la tarea está declarada. Desde el post a la praxis hay varios pasos. Y francamente, no todos se postean.