Odas a la Pertinencia

El puñal

Cómo todo va calzando…
cómo las señales se volvieron tan reales
al cabo del tiempo
lejanos aquellos momentos allende Los Andes
sorbiendo la guaraná antárctica

Corrientes, te recuerdo
con el mismo frío que me asoló
desde cuando de Ñuble volví
de pelear con los fantasmas
que insistentemente me apuñalaron
pocos días atrás.

El puñal. Lo tuve en mi mano.
Lo aprecié tímidamente en su momento
cuando la gloria se acercó y me cerró los ojos
Y la vida se fue rápido, muy rápido
Que no podía ver esa portada
los lentes y los labios rojos
el cigarro
«Dura, negra, violenta, desencantada»
Porque de pronto confundí
la fantasía y lo real.

Todo era tan rápido.
El espiral me arrojó contra la pared.
Y padecí.
Moribundo.

El puñal.
Siempre esperando su momento.
Y tal parece que hoy
cierro el círculo de la advertencia
que hace más de setecientos días
me daban las vitrinas de la ciudad de la furia.

Quizás, por eso anoche pensé en ella.
Me tomé de pronto el 71 y me bajé por Ángel Gallardo
Y caminé tal como en este verano.
Sin autos, libre. Y el Puñal seguía ahí, esperando su momento.
Vi las letras, extrañé estar en esas calles.

Del brindis con fernet
De la milanesa con la que te recordé
Del extraño saludo.
Oh, por favor.
Cuánto detesto tener memoria, a ratos

Pues, no sé en qué instante
que no sólo el libro marcó su presencia.
Era yo mismo
quien tenía un puñal enterrado.

Es cierto.
A veces el corazón dictamina cosas.
Y creo que de pronto no tengo que olvidarme
que debo escucharlo
que algo tiene que decirme.
Porque hay cosas que sencillamente
uno no puede dirigir.

No. No todo lo puedo dirigir.
Como tampoco lo hice
con el puñal
ese que aquí y ahora
le doy mi cara estando en mi mano.
Y sangra.
Sangra mucho.
Y por lo pronto…
…julio todavía no termina.

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